Al sexto día


       Y al sexto día, tras casi una semana de intenso trabajo, tomó una porción de barro y con él modeló una figura a su imagen y semejanza. La examinó durante unos instantes y a continuación, con un soplo certero, le insufló vida.
       Te llamarás Dios, aunque responderás a otros mil nombres por los que se enfrentarán tus seguidores, los mismos que te rendirán culto y acudirán a ti, especialmente en tiempos de desánimo. Serás venerado hasta en el rincón más recóndito de la Tierra y harás temblar e inspirarás esperanza a partes iguales porque les resultarás próximo, casi humano. Pero nunca podrás acercarte demasiado a ellos; jamás podrás entrar en contacto directo y mucho menos intervenir en sus designios.
       Tras pronunciar, solemne, estas palabras, El Hombre contempló su obra más perfecta con orgullosa sonrisa de artesano y se dispuso a descansar durante la jornada del día siguiente.

1 comentario:

  1. Me encanta la manera perspicaz e ingeniosa en la que aludes que la sociedad es la que realmente a creado a Dios, por pura necesidad de algo superior.¡Bravo!.

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