El alba remolonea entre tus sábanas
como en una mañana de domingo.
Las estrellas ya escaparon
de puntillas,
por la puerta de atrás,
sin hacer ruido
para no despertarte.
¿Recuerdas esa cinta que andará
perdida tras algún mueble,
la que grabé entonces
para decirte en mil idiomas
lo que en uno solo no cabía?
No quisiste oírla entera,
nunca escuchaste la cara B de mi amor
que ahora gime, atado a otra cama,
tu rehén dulce y ceniciento.
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