No piensa dejar de resistirse.
A pesar de sus lágrimas, aunque su corazón cabalgue como un caballo desbocado en su pecho, aún se reserva el derecho a un último pataleo.
Sabe muy bien dónde la conducen esos rudos y serviciales portadores de los farolillos. Su última morada acecha en el tejado, la reclama con voz cavernosa desde las sombras de la madrugada, pero no está dispuesta a abandonarse sin más a su destino.
Camino de su fatídico final, se cruza con ella durante un breve instante. No le dirige una mirada de odio, ni siquiera la merece. Es consciente de que por su culpa ha sido descubierta en brazos de su amante, pues solo ella ha podido delatarlos, aunque a decir verdad la traición no la ha cogido por sorpresa. Ya desde la tarde en que llegó la nueva, con su carita de niña provinciana, presintió el peligro que ahora confirma su gesto asustado. Ella, la que nunca había roto un plato, la misma que, sin embargo, mostraba una mirada cada día más turbia, también ha sucumbido al influjo de la lujosa cárcel donde finge vivir y no es merecedora de su desprecio sino, acaso, de su compasión.
Mientras cuatro fornidos brazos la sujetan firmemente tratando de impedir su huida, el cielo se quiebra, derramando lágrimas heladas que acarician su pálido rostro como preludio de una muerte oscura.
Nunca se tiñó la nieve de tan fatales presagios.
En este gélido amanecer en el tejado, a breves metros del fúnebre cobertizo donde va a ser ejecutada como castigo a su infidelidad, se dice a sí misma que ya no importan las codiciadas lámparas, que en realidad jamás importaron. Tan solo la apena no haber tenido la oportunidad de despedirse de su amor, el gentil doctor Cao, quien a buen seguro también acabará sus días ajusticiado por los esbirros del Amo.
Maldice la luz roja que sus ojos no padecerán más.
Rojo impotencia.
Rojo sangre.
Rojo muerte.
En sus últimos segundos de vida, al sufrir la aspereza de la soga sobre su cuello, se encomienda a Buda y una sonrisa amarga brota de sus labios espontáneamente.
Antes de que salga el sol morirá arropada por el mismo silencio de su nacimiento, bajo el auspicio de su verdadero nombre, Meishan, y los muros del palacio no volverán a escuchar jamás el dulce canto de la Tercera Dama.
(Basado en La linterna roja, de Zhang Yimou)
Me ha traído a la memoria "La noche boca arriba" (el cuento de Cortázar). Leyendo como estoy a Popper, está bien leer algo así para volver a disfrutar del placer de la lectura!!!
ResponderEliminarFFHAG:
ResponderEliminarÁngel González, Miguel Hernández, Neruda, Vallejo, Cortázar... Todos los poetas y narradores que nombras en tus comentarios son autores a los que rindo culto y para mí es un honor inmenso que mis textos te recuerden mínimamente a ellos. Gracias por leerme y espero que sigas disfrutando de este espacio.
kocham cię Micer :-p Love your texts, keep on writing!
ResponderEliminarDzięki za wsparcie! Kocham wizytę z Polski.
ResponderEliminargreat polish! are´u living here too man??!! :-)
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