Demorándose en tu rostro,
la luz
conforma un plan de aristas
milimétricamente diseñado
para conducirme al vértice
de tu boca, al abismo dulce
e insondable de tus labios,
a la mismísima raíz
de esa esencia concentrada
que me aturde y me despierta
cada vez que te beso.
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