Nos hablaron de la noche.
Aún no sabíamos
de sus dedos pintados,
de las fauces de los camiones de basura,
los gritos del beodo o las luces de farolas
que asesinan con dulzura.
Comprendimos en seguida,
sin embargo,
que sucumbiríamos a ella
porque era la noche el silencio
que nos aguardaba desde siempre.
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