Vinieron con la boca sangrante de madrugadas para devastarnos. Nos resistimos a las caricias de cobre que nos ofrecían, quedároslas todas para vosotros, no os acerquéis, advertimos. El silencio fue su respuesta y enseguida sus siluetas se escurrieron por las alcantarillas. Aquella noche duró menos que el recuerdo. La luz del nuevo día nos sorprendió esperando con muda desesperación el retorno de sus pasos, la confirmación de la derrota que nunca tuvimos.
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